Al amanecer mi autobús zumbaba a través del desierto de Arizona: Indio, Blythe, Salomé (donde ella bailó); las grandes extensiones secas que al Sur llevan hacia las montañas mexicanas. Después doblamos hacia el Norte, hacia las montañas de Arizona y Flagstaff, pueblos entre las escarpaduras.
Llevaba un libro que había robado en una librería de Hollywood, Le grand Meaulines, de Alain Fournier, pero prefería lee el paisaje americano que desfilaba ante mi. Cada sacudida, bandazo y tramo del camino aplacaba mis ansias.
Cruzamos Nuevo México durante una noche negra como la tinta; en el amanecer grisáceo estábamos en Dalhart, Texas; durante la triste tarde del domingo rodamos de un chato pueblo de Oklahoma a otro; al caer la noche estábamos en Kansas. El autobús rugía.
Volvía a casa en octubre. Todo el mundo vuelve a casa en octubre.
On the road – Jack Kerouac